Moteles, el refugio perfecto de los amantes furtivos, de los profesores jotes y de aquellos que en más de alguna oportunidad vieron la chance para poder hacerla con la pareja de turno. Sean francos y honestos: los moteles son y serán lugares de culto donde de lo que más te acuerdas es del alcohol de quemar con colorante conocido como "trago de cortesía" y el clásico pero siempre salvador "maní de motel". Qué decir de aquellos lugares donde hay "piezas exóticas" o con espejos, donde los amantes plasman el rudo e intenso combate.
La historia que contaré, pasó cerca de mi universidad donde por ley interna se indica que NUNCA, PERO NUNCA debes ingresar, pues este motel se encuentra en la calle que es camino obligado hacia el centro y donde "el momento" se puede transformar en un verdadero calvario con rosario incluido.
Cuenta la leyenda que había un pequeño romance en la U entre dos compañeros. El verlos -contaban- era como presenciar una escena de soft porn de esas películas calentonas que daban antes en el I-SAT, es decir no paraban de rosarse y darse besos y caricias. Un día aparecieron en la última clase del día, que terminaba a eso de las 19:30. Me acuerdo que llegaron con el pelo húmedo, por lo que pensamos al tiro: "estos dos andaban se andaban descargando".
La cosa, es que un día caminando por calle Carmen, pasamos por el numero 111 -ese donde debes mirar y pasar rápido para evitar que alguien te cache- y tate, ahí los vimos.
La evidencia era clara: ella y él con nuevamente con el pelo mojado (novatos) y con una cara de satisfacción que sólo se puede reflejar en la nota de un trabajo realizado en 24 Hrs y con resultado 7. Las bromas cayeron como dardos y fue hasta que salieron de la universidad que no nos detuvimos (igual pesaos). Lo último que supimos de ellos es que siguen pololeando y que esta anécdota la tienen más que advertida.
Son hasta el día de hoy tomados como ejemplo cuando hablamos de moteles.
Todos conocemos uno, ¿tú no?
Imagen CC Notario Rivera